Lo
que no han podido lograr ni la diplomacia ni las estrategias económicas o
militares lo está consiguiendo el petróleo: un nuevo reordenamiento de la
geopolítica mundial y, paralelamente, una de las mayores transferencias de
riqueza de la historia.
La
drástica caída del precio del crudo –un 40% en los últimos seis meses– reduce
los ingresos del grupo de países exportadores, entre ellos Rusia y Venezuela,
en 1.5 trillones de dólares anuales; que a su vez se transfieren a las arcas de
los países consumidores, como China, Japón, Estados Unidos o la Unión Europea.
En
este nuevo mapa de redistribución de riqueza EEUU es, de lejos, el gran
beneficiado. Y por partida doble, como consumidor y como productor a bajo costo
de casi 10 millones de barriles diarios, gracias a la innovadora técnica de
fracking (fractura hidráulica). Cantidad que lo sitúa al mismo nivel que Arabia
Saudita. ¡Quién lo hubiera dicho hace tan sólo tres años!
El
boom de petróleo made in the USA es el principal responsable de la bajada de
precios, lo cual le convierte en el país de referencia mundial desplazando a la
poderosa OPEP, que desde hacía medio siglo dictaba los precios ajustando oferta
y demanda. La cuota de mercado de la OPEP ha descendido al 33% y se puede
erosionar bastante más si continúa la sorpresiva y sorprendente “revolución del
fracking”.
Ante
esa posibilidad, el cartel petrolero ha reaccionado con una táctica más
sorprendente todavía. En vez de recurrir al clásico recorte de producción para
estabilizar precios se ha lanzado a una guerra suicida: mantener su ritmo de
extracción, saturar el mercado y provocar la caída de precio para ver si así se
hunden las empresas americanas del fracking. Es como tomarse un veneno y
esperar que sea otro el que se muera.
Aparentemente
no han leído los informes de la Agencia Internacional de la Energía sobre el
petróleo de EEUU, según los cuales sólo un 4% de las nuevas petroleras del
fracking se verán afectadas porque son las que necesitan un precio del barril a
$80 para financiar sus operaciones (el barril está ahora alrededor de $61). El
resto puede darse el lujo de que baje hasta $42.
Mientras
que de los 12 miembros de OPEP, salvo Arabia Saudita –que tiene unas reservas
de ahorro de $900,000 millones–, las economías de los demás se verán seriamente
impactadas, en particular Venezuela, que depende del petróleo para sobrevivir y
ya ha perdido el 35% de sus ingresos y la inflación se ha disparado al 63%.
Aún
peor es la situación de Rusia, que financia la mitad de su presupuesto nacional
con la venta de petróleo y este año va a perder $100,000 millones. Por eso
Putin ya está preparando a la población para tiempos difíciles. “Es
catastrófico” advirtió en su última alocución al país. La economía rusa ha
entrado en recesión y el rublo ha caído un 38% frente al dólar. ¿Qué va a hacer
ahora Putin con sus planes de expansionismo imperialista? ¿Le van a abandonar
los oligarcas petroleros, o sea, la cleptocracia que le ha mantenido en el
poder?
Retroceder
en sus ambiciones y resignarse a perder su capacidad de influencia
internacional no parecen estar en el manual político putinesco. Es más
previsible que recurra a la confrontación como ha venido haciendo. Además,
curiosamente ése es un patrón habitual en muchos países petroleros, según
varios expertos que han analizado la correlación entre belicosidad y petróleo.
Uno de ellos, el profesor Hendrix Cullen, de la Universidad de Denver, explica
que “los países exportadores tienden a ser un 30% más propensos a involucrarse
en disputas, sean militares o no”.
Hay
otra trágica correlación y es que el petróleo financia en muchos países la
maquinaria corrupta y represiva. Ejemplos sobran. Además de los ya mencionados
estarían en la lista Irak, Libia, Angola, Nigeria, Monarquías del Golfo, etc.
Y
por supuesto Irán, que es el otro gran perdedor de la caída del crudo. El 60%
de su presupuesto procede de las exportaciones y para equilibrarlo necesita que
el barril suba a $142. Esa y no las sanciones es la principal causa de la dura
recesión económica que atraviesa. E incluso un levantamiento de las sanciones
sería un arma de doble filo, porque su regreso a los mercados de petróleo
impulsaría los precios a la baja.
En
contraste con estos golpes económicos a adversarios de EEUU (cuando no
enemigos), este país ha logrado un grado de independencia energética que le
hace mucho menos vulnerable –política, económica y militarmente– y cambia las
reglas del juego geopolítico internacional. Los otros dos grandes beneficiados
que podrían hacerle sombra, China y la Unión Europea, atraviesan por
dificultades económicas y carecen de autosuficiencia energética.
Las
implicaciones son enormes y casi todas positivas para el futuro. La balanza de
poder global comienza a inclinarse de nuevo, fuerte y favorablemente, hacia
EEUU. Para
empezar, la economía recibirá una inyección anual de $230,000 millones, si se
mantiene el precio del crudo actual. Los beneficios repercutirán en los
bolsillos de todos nosotros. Sólo la bajada de la gasolina equivale a un 2% de
aumento de salario. Vayan abriendo el champán.