Esa fuerza que obstruye todos los senderos, “la mediocridad”, es una incapacidad de lo cualitativo. En la mediocridad no existe el sentido de las diferencias que permite distinguir entre lo malo que se observa, y lo mejor que se imagina.
De tanto nivelar hacia abajo; coacciona, doméstica, y genera complicidad por los intereses creados: una vez doblegados y obedientes, convierte en solidarios y uniformes, a la común vulgaridad.
En este tiempo de rebajamiento, cuando aún está en su apogeo la mediocridad, los idealistas se han unido contra los infalibles, y comienzan a vencer al régimen dominante. Agitan el ideal democrático y humano, a todos los que sufren el encono de los opresores. La protesta contra el verdugo indigno consideró en esta ocasión el porvenir.
Hay intolerantes, que mantienen una actitud de abierta resistencia a esta mediocridad organizada, pero con un conformismo o dejo despectivo, arrogante y sin compromisos con la colectividad en la cual viven. Son sin embargo necesarios, aunque se encuentren entre el claroscuro del talento y la estupidez.
Flaubert definió al mediocre como "alguien que piensa bajamente". La vulgaridad es su aguafuerte…
P. D.
El ciudadano favorito de las autoridades es quien anuncia con fatuidad “yo no me meto en política”. ¡Como si eso fuera posible, como si uno pudiera vivir en una sociedad política desentendido de esa actividad, como si renunciar a la política no fuese también una actividad política y por cierto de las peores, porque cede a otros sin saberlo la capacidad de tomar decisiones sobre lo que antes o después va a afectarnos!
Ingenieros, J. (1913). El hombre mediocre. Diciembre 19,2015, de CECIES: ORG Sitio web: http://www.cecies.org/imagenes/edicion_176.pdf
Savater, F. (2007). Diccionario del ciudadano sin miedo a saber. Diciembre 19,2015, de Grupo Planeta Sitio web: http://www.planeta.es/es