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lunes, 10 de marzo de 2014

Del Libro George Orwell: A Life in Letters

Para Noel Willmett
18 de mayo de 1944
10ª Mortimer Crescent NW6
Querido Sr. Willmett,
Muchas gracias por su carta. Usted pregunta si el totalitarismo, la adoración al líder, etcétera, están en ascenso y propone que aparentemente no están creciendo en este país ni en Estados Unidos.
Debo decir que creo, o temo, que, tomando al mundo en conjunto, estos elementos se están expandiendo. Hitler, sin duda, desaparecerá pronto, pero sólo a expensas del fortalecimiento de (a) Stalin, (b) los millonarios anglo-americanos y (c) todas las clases de pequeños fuhrers como De Gaulle. Todos los movimientos nacionales en el mundo, incluso los que se originan en resistencia a la dominación alemana, parecen tomar formas no democráticas, para agruparse alrededor de un fuhrer superhumano (Hitler, Stalin, Salazar, Franco, Gandhi, De Valera son varios ejemplos) y adoptar la teoría de que el fin justifica los medios. En todas partes, el mundo se mueve hacia economías centralizadas, las cuales pueden “trabajar” en un sentido económico pero que no están organizadas en un sentido democrático y que tienden a establecer un sistema de castas. A la par van los horrores del nacionalismo emocional y la tendencia a desconfiar de la existencia de la verdad objetiva porque todos los hechos tienden a encajar con las palabras y profecías de un fuhrer infalible. Ahora la historia ha dejado de existir, por ejemplo, no existe tal cosa como una historia de nuestros tiempos que pueda ser aceptada universalmente, y las ciencias exactas están en peligro debido a que la necesidad de los militares deja de mantener a la gente dentro de los límites. Hitler puede decir que los judíos comenzaron la guerra, y si sobrevive escribirá la historia oficial. Él no puede decir que dos más dos son cinco, porque para los fines de, digamos, la balística, tienen que ser cuatro. Pero si se realiza el tipo de mundo al que le temo, un mundo de dos o tres superestados que son incapaces de conquistarse el uno al otro, dos más dos podrían ser cinco si el fuhrer así lo quisiera. Ésa, según veo, es la dirección en la que nos estamos moviendo, y, por supuesto, el proceso es irreversible.
En cuanto a la inmunidad comparativa de Estados Unidos y Gran Bretaña. Cualquier cosa que los pacifistas, etc., puedan decir, no nos hemos vuelto totalitarios aún y este es un síntoma muy saludable. Creo profundamente, como he explicado en mi libro El león y el unicornio y otros ensayos, en el pueblo inglés y en su capacidad de centralizar su economía sin destruir su libertad en el proceso. Pero uno debe recordar que Gran Bretaña y Estados Unidos no han sido realmente puestos a prueba, no han conocido la derrota o el sufrimiento extremo, y hay malos síntomas para equilibrar los buenos. Para empezar, tenemos la indiferencia general ante la decadencia de la democracia. ¿Se da cuenta de que, por ejemplo, que nadie en Inglaterra menor de 26 años ha votado y que hasta ahora nadie haya podido ver a la gran masa de gente de esta edad a la que no le importa un carajo esto? Luego, está el hecho de que los intelectuales son más totalitarios en comparación con la gente normal. En conjunto, la intelligentsia inglesa se ha opuesto a Hitler, pero sólo al precio de aceptar a Stalin. La mayoría de ellos están perfectamente preparados para los métodos dictatoriales, policía secreta, falsificación sistemática de la historia, etcétera, siempre y cuando no sientan que eso está de “nuestro” lado. En efecto, la declaración de que no hemos tenido un movimiento fascista en Inglaterra quiere decir que los jóvenes, en este momento, están buscando a su fuhrer en otro lado. Uno no puede estar tan seguro de que eso no cambiará; tampoco de que la gente común no pensará en diez años como los intelectuales piensan ahora. Espero que no lo sean, confío en que no lo sean, pero si es así, lo será al precio de un conflicto. Si uno simplemente proclama que todo es en pos de lo mejor y no señala los siniestros síntomas, uno sólo ayuda a la llegada del totalitarismo.
Usted también me pregunta si pienso que la tendencia del mundo es hacia el fascismo, ¿por qué apoyo la guerra? Es una elección de males —Me imagino que toda guerra es eso. Sé suficiente del imperialismo inglés para que no me guste, pero lo preferiría antes de apoyar el nazismo o el imperialismo japonés, como el mal menor. De manera similar, apoyaría a la Unión Soviética contra Alemania porque creo que la Unión Soviética no puede del todo escapar de su pasado y retiene suficientes ideas originales de la Revolución para transformarla en un fenómeno un poco más esperanzador que la Alemania Nazi. Yo pienso, y he pensado desde que la guerra comenzó, en 1936 aproximadamente, que nuestra causa es mejor, pero que tenemos que mantenerla mejor, lo que involucra constante criticismo.
Suyo sinceramente,
Geo Orwell
Lee online o descarga  1984 

domingo, 26 de enero de 2014

Hace 22 años...


UN ACUERDO NACIONAL

Venezuela vive momentos de la mayor importancia y de inmensas consecuencias para el futuro. Lo que está en juego, simplemente, es salvar el sistema democrático y hacer las rectificaciones necesarias para enmendar errores y asegurar el funcionamiento de un régimen eficiente de libertades y derechos. 

La crisis no es solamente política, aunque, tal vez, en este aspecto se manifieste de manera más dramática y percep­tible, sino que combina otros muchos aspectos, acaso más difíciles de resolver, que abarcan la estructura del Estado, la economía, la ejecución del presupuesto y la moral pública. Es necesario lanzar una mirada al pasado inmediato para entender las razones y características de esta situación crítica. 

La inmensa riqueza producida por la explotación del petróleo en un país de modestas proporciones por su población y por su economía, como era la Venezuela de comienzos de este siglo, produjo inmensas distorsiones y la pérdida total de la noción de los parámetros dentro de los cuales una sociedad puede crecer y desarrollarse sanamente. La situación legal hizo que esa inmensa riqueza quedara enteramente en manos del Estado y que los presupuestos nacionales, sobre todo a partir de los años 70, pudieran multiplicarse por millares de veces de una manera delirante. Los gobiernos a los que les correspondió enfrentar este grave problema de la abundancia no ganada ni producida por el trabajo nacional sucumbieron a la tentación del gasto fácil y del providencialismo gubernamental. El Estado sustituyó, literalmente, a la nación. Podría decirse, paradójicamente, que en Venezuela el Estado no vivía de la nación sino que la nación llegó a vivir del Estado. La malhadada coincidencia de esta súbita y aparentemente inagotable riqueza con una filosofía política predominante que era, por esencia, estatista, intervencionista, populista y vagamente socializante, determinó que la nación entera dependiera económicamente del Estado y que el Estado, a su vez, representara el papel de un pródigo e improvidente distribuidor de dinero fácil. 

En una u otra forma, todas las actividades del país terminaron por estar subsidiadas al través del Estado por la riqueza petrolera. Esto provocó la fatal alteración de los factores del proceso económico. Los costos y los precios dejaron de ser los reguladores del mercado, de la producción y del empleo para ser sustituidos por infinitas formas de subsidio, por las que el consumidor terminaba pagando menos del costo real y el productor se compensaba con los subsidios y protecciones que le otorgaba el Estado. Esto condenaba a la economía y a la sociedad venezolanas a una fragilidad mortal. Un descenso significativo y prolongado del ingreso petrolero podría significar el colapso económico y social del país. 

Fue esto, precisamente, lo que ocurrió cuando hace pocos años los precios del petróleo dejaron de subir continuamente y se inició un descenso que todavía no parece detenerse y que en el caso de Venezuela se puede definir en términos simples y trágicos: el ingreso petrolero por cabeza de habitante, que llegó a ser de la magnitud de 1700 dólares, ha descendido en un proceso rápido al nivel de 400 dólares. 

La abundancia exponencial de la riqueza petrolera no sólo adulteró todos los mecanismos de la economía sino que, al mismo tiempo, creó una realidad política y social sobre bases falsas. Los partidos que controlaron al Estado todopoderoso cayeron fatalmente en un clientelismo desenfrenado y en la pérdida casi total de la noción de las bases ciertas de la vida económica y del proceso social. Junto a eso, en una inextricable mezcla, tenía que aparecer en mil formas el fenómeno de la corrupción; un Estado imprevisor, para quien los costos y los resultados económicos significaban muy poco y que podía compensar con nuevas dádivas y aportes las continuas pérdidas no podía estar preparando para encarar adecuadamente las nuevas exigencias que la realidad económica había planteado de manera urgente. 

Lo que está planteado en Venezuela en esta hora es una grande y difícil empresa nacional de reforma y rectificación, que va a exigir mucha comprensión de todos los sectores sociales y no poca voluntad de sacrificio. En este cuadro tan negativo, que podría llevar a las más pesimistas conclusiones, ha surgido, igualmente, un hecho positivo de la más alta significación. En las manifestaciones públicas, en los sondeos de opinión, en los planteamientos que han venido haciendo los distintos sectores sociales aparece, como nota constante, la voluntad reiterada y firme de sostener y defender un régimen genuinamente democrático. Nadie ha propuesto soluciones de violencia, ningún sector ha asomado siquiera la posibilidad de patrocinarlas y, como las voces de un coro unánime, lo que surge de todo el conjunto es el firme deseo de que, por un acuerdo nacional, se evite la ruptura violenta y se llegue a la adopción de medidas prontas y eficaces de efectiva rectificación. 

Si los dirigentes políticos no se percatan de la excepcional significación y de la extraordinaria oportunidad que esta situación representa y no aportan sinceramente toda su colaboración para ese acuerdo, estarían asumiendo la inmensa responsabilidad de las soluciones de fuerza, que pudieran surgir si este estado de cosas se prolongara peligrosamente.

Arturo Uslar Pietri, 1992 (Golpe y Estado en Venezuela)

miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL REY CANUTO Y LOS PRECIOS

Hace mil años existió un monarca que se llamaba Canuto, que fue sucesivamente rey de Dinamarca y de Inglaterra, que realizó algunas cosas importantes, pero que ha queda­do en la memoria de los hombres por un insólito episodio. El rey Canuto, como hombre de su tiempo, tenía una concepción mágica y animista del mundo y de la naturaleza, y poca o ninguna idea de que pudieran existir leyes que rigen los fenómenos naturales. El caso es que cierto día, por motivos que pueden ser debatidos, el rey Canuto decidió poner fin al daño que las altas mareas ocasionaban en algunos pueblos ribereños. Para ello se trasladó con su corte a la orilla del mar a la hora de la marea baja, levantó su trono, se sentó en él y, con el cetro en la mano y la corona en la cabeza, ordenó al mar que permaneciera en la baja marea. Varias horas estuvo el rey Canuto en su insólita ceremonia hasta que la marea ascendente llegó a los pies del trono, cubrió la silla y los cortesanos, asustados, tuvie­ron que sacar al rey en andas chorreando agua. De esta manera estrafalaria aprendió Canuto que había leyes natu­rales que para nada toman en cuenta la voluntad de los reyes.

Hoy sabemos mucho más de lo que hace mil años sobre las leyes naturales y hemos empezado a aprender bastante sobre esas otras oscuras leyes que rigen la conducta de los hombres en sociedad y que, en buena parte, son producto de su propia naturaleza.

El súbito y descomunal fracaso del sistema comunista en el mundo ha servido para poner de manifiesto que, como lo señalaron los economistas clásicos, existen también ciertas relaciones naturales que rigen la actividad de los hombres en sociedad, si no con la inquebrantable perfec­ción de la gravitación universal, por lo menos con una innegable tendencia a permanecer y repetirse.

La actividad económica que describió Adam Smith con tanta penetración a fines del siglo XVIII revelaba a los ojos de los observadores ciertos mecanismos, ciertas relaciones necesarias, ciertas dependencias, que bien podían asimilar­se a la condición de leyes naturales. Los economistas clásicos descubrieron que el mercado, ese lugar real o ideal donde los compradores y los vendedores se encuentran, tiende a establecer formas de equilibrio, continuamente corregidas, que permiten a mediano término la relación más justa entre compradores y vendedores. Esas leyes generales de la oferta y la demanda se pueden reducir a tres: a) el precio tiende a subir cuando a un nivel dado la demanda excede a la oferta. Inversamente, tiende a bajar cuando la oferta excede a la demanda; b) un alza en el precio tiende a disminuir la demanda y a aumentar la oferta. Inversamente, una baja en el precio produce el efecto contrario de aumen­tar la demanda y disminuir la oferta; y, por último, c) el precio tiende a situarse a un nivel en que la demanda es igual a la oferta o se acerca lo más posible a ese punto. Estas leyes son las piedras angulares de la teoría económica y el haberlas ignorado deliberadamente es una de las causas mayores del fracaso del modelo soviético.

Como el rey Canuto, los planificadores centrales de los países socialistas tuvieron que toparse continuamente con la tenaz resistencia de las realidades sociales y con la dura verdad de que los precios no pueden ser fijados, sino que deben ser el resultado de las fluctuaciones de la oferta y la demanda, aun en condiciones imperfectas.

No va a ser fácil que los países latinoamericanos, que por decenios desdeñaron la economía libre y se afiliaron en muchas formas al modelo planificado soviético, no encuentren serias dificultades para alcanzar una rectificación a fondo en su política económica. El contraste entre los países de economía de mercado, generalmente prósperos, y los de economía intervenida y planificada, generalmente en dificultades, no permite ninguna duda y lo aconsejable es hacer a tiempo las reformas necesarias para no encontrarse, en alguna forma, en el ridículo caso del rey Canuto

Arturo Uslar Pietri / Golpe y Estado en Venezuela / 1992

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Saqueos de Daka: síntoma de una conmoción social que puede evitarse a tiempo / Heinz Dieterich

1. Saqueos de Daka: ¿aviso del nuevo Caracazo?

“¡Que no quede nada en los anaqueles!” dijo el Presidente Maduro por televisión, al anunciar la intervención de la empresa usurera Daka, lo cual animó a algunos venezolanos a tomar la justicia económica en sus propias manos, frente los abusos de esa empresa. El resultado fue previsible. Se saqueó la tienda respectiva en Valencia y la Guardia Nacional tuvo que intervenir y detener a la gente. Una medida dizque contra los capitalistas especuladores, obligó al Estado armado proteger justo a estos capitalistas abusadores y su propiedad privada, contra la gente pobre que dice representar.

El evento evidencia toda la suicida esencia de las medidas contra “la guerra económica” y del belicista discurso de Maduro, ante la crisis. Y, no se trata de un evento puntual, sino sintomático de la evolución de la crisis que tiene un resultado previsible: un régimen militar a partir de 2014 o elecciones generales que perderá el “Bolivarianismo”.

2. Las medidas económicas suicidas del gobierno.

Si el gobierno no hubiera tomado medidas frente a la crisis económica su evolución hubiera colapsado al sistema a mediados/fines de enero, 2014. Pasada la embriaguez consumista de Navidad, el sistema iba a implosionar bajo el peso de la hiperinflación o bajo el impacto de las drásticas medidas, necesarias para controlarla. Contrario al discurso del gobierno, las medidas tomadas no alejaron ese peligro, sino que lo potenciaron y acercaron dramáticamente, porque no son anti-cíclicas a la crisis, sino pro-cíclicas; al igual que el discurso del Presidente.

Es obvio, que esas medidas fueron concebidas por mentes estatistas fuera de la realidad --es decir, mentes que siguen con la absurda idea de que el Estado venezolano está en condiciones de imponer su voluntad a la crematística de mercado por la fuerza armada-- y con un desconocimiento total de las ciencias económicas y políticas. No tiene nada de sorprendente, entonces, que están acelerando el fin del Bolivarianismo con suicida rapidez.

3. La naturaleza de la crisis: el Bolivarianismo convertido en sistema caótico

Las medidas recientes y el discurso escogido para ganar las elecciones municipales de diciembre, han convertido al “Bolivarianismo” en un sistema caótico, entendido el término en su significado científico. Es decir, se ha convertido en un sistema tan inestable que puede sufrir un cambio cualitativo (cambio de fase) en cualquier momento y causado por cualquier micro-evento que en su estado sistémico normal no tendría repercusión alguna sobre su estabilidad. (Ver lección de Tunisia). Para Venezuela el evento empírico que evidencia que el sistema se encuentra cerca del punto de viraje y cercano al cambio de fase --es decir, la entrada al estado de conmoción social con las únicas opciones posibles de un régimen militar o elecciones anticipadas-- es el caso “DAKA”.

4. Chávez no quiso ver la realidad, Maduro no puede verla

El miércoles, 5 de diciembre del año 2001, a las 21:30 horas, me encontré con el amigo Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores. Le dije que le iban a dar un golpe militar y le expliqué la información respectiva. Que el golpe estaba planeado para febrero del año entrante. (Después, los conspiradores lo pospusieron dos meses.) El Presidente respondió que no había peligro, porque los respectivos comandantes militares eran amigos o ex alumnos suyos. Al día siguiente, estando yo ya en México, me llamó su hermano Adán, entonces Secretario Particular del Comandante. Qué el Presidente pedía que le explicara más mi hipótesis y las fuentes de información. Que después me iba a llamar para discutirla. Le envié lo que pedía -- y nunca más tocó el tema conmigo.

Tres días antes de la cita en Miraflores, le había expuesto el mismo análisis a la entonces Vicepresidenta, en presencia de todo su equipo de asesores. Su reacción consistió en enojarse y decir que era imposible. Que ella conocía a los americanos y que Washington no quería un golpe. Era el patrón general de la conducción bolivariana, tal como evidenció el entonces Ministro de Defensa a escasos días del golpe, cuando declaró públicamente, que no había peligro de un golpe de Estado. Es decir, los principales líderes del proceso, con contadas excepciones, estaban en franca negación de la realidad. Ninguno de ellos pagó su gravísimo error político con la renuncia forzada o la dimisión voluntaria. Estaba en plena vigencia la cultura política de la impunidad de la 4ª República – igual que hoy.

5. La ceguera sigue: el fin es previsible

La misma negación de la realidad y su manipulación propagandística ha sido siendo una constante en el proceso. Con la enfermedad mortal del presidente, todos los principitos del proceso se murieron por estar ante las cámaras y comunicar alguna información del Líder, terminalmente enfermo en Cuba. Ninguno de ellos nunca se atrevió a decir la verdad: que el Comandante no iba a volver a ser Presidente.

Con el gobierno de Maduro/Cabello la sabia observación de Sófocles, de que a quién los dioses lo quieren destruir, le pegan primero la ceguera, entra en su apogeo. Chávez no quiso ver los hechos, porque contradecían su visión de la realidad. Maduro no puede verlos, porque le faltan “los ojos de la razón“(Hegel): la teoría. El precio que se pagará por esta ceguera política es claro: conmoción social, seguida por un régimen militar o elecciones generales que ganarán la derecha, Washington, Miami, Uribe y Aznar.

6. Recuerdo personal y pregunta a mi amigo Wilmar Castro

El día del golpe del 11 de abril, 2002, llamé a mi amigo Wilmar Castro, Teniente Coronel de la Fuerza Aérea, para preguntar cómo podía ayudar a impedir que los pinochetistas venezolanos tomaran el poder. Me dijo, que se había despedido de su familia y que estaba rumbo a Maracay, a integrarse con la resistencia de los militares patrióticos, que coordinaba el General Baduel con sus paracaidistas, aviones y tanques en esa gran base militar. Y que hablara yo con Maracay para coordinar esfuerzos. Así lo hice, como hicieron muchos otros amigos y compañeros del proceso.

Hoy me pregunto y pregunto a Wilmar, actual Gobernador del Estado de Portuguesa: “¿Qué le van a decir los líderes de este proceso a los millones de patriotas que han sacrificado su vida personal por este proyecto histórico del amigo Hugo Chávez?”, cuando de nuevo se caiga este Bolivarianismo por la ceguera e ineptitud de la dirección?. 

¿Saldrán nuevamente impunes los líderes de la derecha golpista, como en el 2002? ¿Pagando los pobres el precio y la revancha que la derecha les va a cobrar? ¿No hay nada de decencia ya en la dirección de este proceso? 

Aclaro: Este llamado a dirigentes honestos del Bolivarianismo como Wilmar Castro, no es a un golpe de estado contra Maduro, sino a alzar su voz dentro del PSUV o preferiblemente de forma pública, para que se hagan de una vez los correctivos necesarios y se evite así un golpe de la derecha. No hay tiempo que perder.

Publicado en Aporrea

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