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lunes, 19 de marzo de 2012

La anatomía de la corrupción

Elementos que contribuyen al desarrollo de la corrupción

Se presentan a continuación los diversos factores que propician el desarrollo de la corrupción:

1. Coerción estatal. La coerción puede ser descrita como una causa de corrupción tal como lo señala Philip, quien afirma que se puede definir a un Estado como corrupto cuando la garantía de sumisión a las reglas se obtiene solamente a través de la fuerza o de incentivos materiales. Tal Estado carece de libertad (entendida como autogobierno) y de seguridad. Tampoco goza de una auténtica vida política en tanto no disfruta de un proceso político capaz de movilizar a las personas hacia una concepción homogénea del bien público.

2. Poder. Los funcionarios ocupan una posición de poder frente a grupos privados, y algunos, dependiendo de su jerarquía, poseen mayor discreción que otros. Las prácticas patrimonialistas hacen de los empleos públicos obvias invitaciones a la corrupción, ya que antes del surgimiento de burocracias estatales, los puestos se vendían y compraban de acuerdo a las necesidades del Estado y los deseos de los particulares. Aquel que ocupaba un puesto poseía amplios poderes discrecionales y administraba la cuestión pública de acuerdo a sus intereses. En la actualidad, muchos burócratas reproducen estas características patrimonialistas.

3. Burocracia. La sistemática sustitución de empleados públicos elegidos meritocráticamente por otros escogidos de manera clientelar es un elemento que degenera los principios de las burocracias estructuradas. Además, la excesiva centralización de funciones y toma de decisiones impide el desarrollo de una gestión pública eficiente y ágil, acorde con los rápidos cambios sociales acaecidos en los últimos años.

4. Ley y justicia. El sistema legal puede contribuir a la corrupción de diversas maneras. En el caso de los países donde la rigidez y el formalismo de la ley son característicos, la corrupción es con frecuencia la única vía posible para acceder al sistema de justicia. Muchos son los procedimientos necesarios y demasiado el tiempo que demandan. Las soluciones en este punto son dos: cambiar el sistema o entrar a negociar con él. La última no es mala a priori, pero sin duda lleva a la corrupción.

5. Regulaciones vagas sobre conflicto de intereses. La razón por la cual este tema es de especial relevancia para tratar la corrupción, se debe a que, en la mayoría de los regímenes, las decisiones de los funcionarios se encuentran limitadas por una vaga noción de interés público que se presta para muchas interpretaciones y deja amplios espacios para que se cometan actos corruptos.

6. Una falsa noción de eficiencia. Algunos investigadores opinan que el soborno representa simplemente la operación de las fuerzas del mercado dentro de los programas estatales y que, dada la necesidad de que el mercado sea eficiente, los sobornos deberían tolerarse. Esta observación es inaceptable. Los programas públicos pueden verse afectados de manera negativa si los funcionarios gubernamentales asignan los recursos escasos al licitante que ha pagado el soborno más alto, y no al más competitivo.

Por otra parte, los sobornos inducen a los funcionarios a generar condiciones artificiales de escasez, lentitud y trámites innecesarios para presionar su pago.

Los costos reales de una operación entre el Estado y particulares, de una prestación de servicios, de la adjudicación y de la ejecución de una obra de infraestructura se pueden ver completamente alterados por los efectos de la corrupción e inclusive han llegado a ocurrir casos en que los costos generados por el fenómeno han superado el costo real del proyecto. 

Basta citar casos como el de la Represa del Guavio en Colombia o el proyecto hidroeléctrico Itaipú en la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil. La corrupción, lejos de lubricar el sistema termina, por generar costos excesivos que benefician a pocos y afectan negativamente al conjunto en su totalidad: la mejor decisión individual es la peor grupal.

7. Inequidad. Generalmente se ha afirmado que la inequidad es un factor que contribuye a la corrupción. Este argumento es mucho más válido en países menos desarrollados, en los cuales la redistribución del bienestar y, consecuentemente los derechos universales, son casi inexistentes para la masa. La corrupción suministra, en apariencia, cierta garantía de acceso a aquellos derechos, a través de la compra de servicios y productos que el Estado debería proveer y el desarrollo de actividades informales.

8. Industrialización, emigración y modernización. Con la industrialización, la rápida inmigración hacia las grandes ciudades ha sido una constante. El antiguo campesino, al convertirse en un inmigrante en la sociedad urbana, busca perpetuar las relaciones humanas que él conoce: la amistad, la familia, y, gradualmente, las de la comunidad. La corrupción surge porque con este tipo de inmigraciones, los valores de las diferentes comunidades divergen entre sí, y entre ellas el proceso de comunicación e integración es lento (muchas veces ni siquiera sucede). Los cambios rápidos siempre crean problemas y los procesos de adaptación con frecuencia son prolongados en el tiempo y el espacio. En estas circunstancias, la corrupción se convierte en un mecanismo que posibilita la sobrevivencia de los más débiles, a través de una comunicación e integración distorsionadas.

He aquí algunos ejemplos de los grupos que coexisten y las formas de relación entre ellos: a) Tradición familiar (parentesco): los intercambios giran en torno al núcleo familiar y la lealtad hacia éste es determinante.

b) Sistema tradicional patrón-cliente: los lazos con el jefe local son fuertes pero la identificación con la comunidad en general es muy débil. El cliente depende del patrón y no siente algún tipo de protección por parte del Estado o la familia.

c) Sistema jefe-seguidor: dos tipos de situación ilustran este sistema: por un lado, el funcionamiento en tiempos normales de las maquinarias políticas en tiempos de elecciones y, por otro lado, el manejo corrupto de los asuntos administrativos de una urbe latinoamericana como Bogotá, Caracas o Lima. La diferencia con el sistema anterior es que, dada la diversidad de opciones para vincularse con la estructura social, el seguidor o adepto goza de mayor independencia y discreción para decidir a quién se va a adherir.

d) Sistema cívico-cultural o sistema ideal: los ciudadanos no sienten la necesidad de emplear intermediarios influyentes. Existe un fuerte acatamiento de las normas por voluntad propia. El nivel de bienestar económico y social posibilita el desarrollo de una relación igualitaria entre los líderes y sus seguidores. Este es un sistema ideal en el cual la lucha contra la corrupción tiene una gran probabilidad de éxito, ya que la ciudadanía está consciente de la amenaza que representa.


Cepeda, Fernando. La corrupción administrativa en Colombia. Diagnóstico y recomendaciones para combatirla, Bogotá, Tercer Mundo Editores, Contraloría General de la República, Fedesarrollo, 1994, pp. 14-27.
Philip, Mark. Defining corruption: An Analysis of the Republican Tradition, Mennagio, IPSA Research Committee on
Political Finance and Political Corruption, 1987, p. 20.
Moreno Ocampo, Luis. Op. cit., p. 25.

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viernes, 9 de marzo de 2012

El miedo político en C. Robin y M. Focault / Maximiliano E. Korstanje

Resumen:El presente artículo tiene como objetivo principal discutir en forma teórica la función de lo político como articulador de temor, el sentimiento de seguridad, el proceso de territorialización y la posterior legitimidad que reivindica para si mismo, el gobernante. Para cumplir con dicha tarea, examinaremos en detalle los trabajos de Michel. Foucault y Corey Robin. Cada uno de ellos, mirando hacia su propia sociedad en tiempos y en contextos históricos diferentes, pero ambos los suficientemente ilustrativos como comprender la relación entre legitimidad, miedo y poder. Si bien tanto Robin como Foucault, a su manera y desde diferentes perspectivas, echan luz sobre el tema en estudio, existen en ellos diferencias (sustanciales) en cuanto a las causas y efectos del miedo político. En principio, Foucault (en los textos examinados) no va a hablar (expresamente) de miedo político sino de seguridad, territorialización, crisis, riesgo y peligro. En este contexto, si para Robin el miedo genera una propensión natural en el hombre al adoctrinamiento del Príncipe, en detrimento de su propia libertad, en Foucault el concepto de seguridad se encuentra asociado a una ruptura introducida en el siglo XVII con respecto a la idea cristiana de protección y salvación.

LA TRASTIENDA DEL NAZISMO

La historia es como es, no como esta escrita. Quiérase o no, los historiadores describen los hechos reflejando en ellos sus propios prejuicios y, ¿por qué no decirlo?, su ignorancia. La figura de Hitler ha sido satanizada a la luz de las atrocidades cometidas y la guerra, su guerra, interpretada desde parámetros racionales. Contemplados así, aquellos acontecimientos que cambiaron el mundo resultan absurdos en su génesis y en su desarrollo; no vale aludir a la megalomanía del Führer para justificar lo sucedido y el término “genocida” nos remite exclusivamente a lo que hizo, no al por qué lo hizo. El III Reich y la Segunda Guerra Mundial son la culminación de una cadena de sucesos y circunstancias que arrancan muchos años atrás y que no pueden ser obviados si quiere entenderse lo que pasó.

Al referirme a los prejuicios de quienes escriben la historia, aludo en este caso a su desprecio hacia el –más que trasfondo– auténtico motor de lo acontecido: el ocultismo. Que, en pleno siglo XX, una guerra de esa envergadura, con sus evidentes implicaciones militares, políticas, territoriales y económicas, se deba en el fondo a razones esotéricas, es algo inconcebible para un historiador y para cualquier analista, acostumbrados a juzgar los hechos desde una perspectiva material y pragmática. Sin embargo, los datos que señalan en esa dirección son tan claros y tan accesibles, que su omisión en los libros convencionales, en los presuntamente “serios”, sólo puede atribuirse al prejuicio personal de los autores. Los hechos están ahí, suficientemente documentados; ni siquiera es preciso leer entre líneas, sólo es necesario investigarlos, ponerlos en orden, relacionar unos con otros y asumir con honradez y valentía el resultado. Protagonista indiscutible, Hitler debe ser estudiado desde su infancia, conocer su ambiente, los factores que contribuyeron al desarrollo de su personalidad, su etapa de estudiante, sus contactos iniciales con grupos enraizados ya en lo mitológico, los personajes que influyeron decisivamente en su forma de pensar… De esa manera, siguiendo paso a paso su evolución, podrá entenderse al personaje. Pero eso no es suficiente si no se analizan paralelamente las circunstancias sociales y políticas de Alemania en las que él estaba incrustado, primero como una simple pieza más, y después, como generador de un cambio anhelado por la mayoría. El lector se sorprenderá al conocer que, tanto en la forma como en el fondo, el nacionalsocialismo se construyó con conceptos mitológicos, simbólicos y esotéricos, y que sus objetivos eran la hegemonía de la pura raza aria, superior al resto, y el retorno a las raíces paganas. Consciente de que era el destino quien le había elegido para tan trascendental misión, Hitler se mantuvo hasta el final convencido de que, pese a ser objetivamente inevitable la derrota, el curso de los acontecimientos cambiaría a su favor. Tal seguridad en la victoria no radicaba en cuestiones estratégicas o en el potencial bélico, sino en el carácter “sagrado” de la guerra emprendida. ¿Disparatado? Después de leer el magnífico trabajo realizado por Pablo Jiménez Cores en este libro, tal vez el lector no piense así.
Fernando Jiménez del Oso

Lee “LA ESTRATEGIA DE HITLER” de Pablo Jiménez Cores en click
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