El origen de la palabra es latino —el diminutivo de caput, cabeza—, pero entre nosotros eso quiere decir alguien que ejerce un liderazgo especial por sus condiciones personales. Generalmente el caudillo surge cuando la sociedad deja de tener confianza en las instituciones. Es ese político concreto, con una cara y una voz, que aparece cuando «falla» el sistema. Es alguien al que le atribuimos un liderazgo que lo pone por encima de nuestras instituciones y leyes porque la esencia del caudillismo es precisamente ésa: no son iguales ante las normas. Pueden saltarse los reglamentos a la torera porque ésa es la demostración de su singularidad. Por otra parte, los caudillos pesan mucho más que sus propios partidos. Pesan tanto, que a veces los aplastan…
…otra modalidad de caudillo -con un amplio respaldo popular- es el electo democráticamente. Es decir, una figura autoritaria a la que el pueblo, con cierta dosis de irresponsabilidad, le entrega el Estado a sabiendas de que no respetara la Constitución vigente ni tendrá en cuenta los derechos de las minorías. Incluso, es probable que para eso mismo le dieran sus votos, para que gobernara a su antojo, pues ésa es la función de los caudillos: tomar personalmente y de manera inconsulta las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad; sustituir la voluntad popular por la de una persona a la que se le atribuyen todas las virtudes y talentos, y en cuyo beneficio la mayoría o una sustancial cantidad de ciudadanos abdica de sus facultades de pensar por cuenta propia.
¿Por qué los caudillos son «fabricantes de miseria»? En primer término, porque al no tener frenos constitucionales, inevitablemente confunden los bienes públicos con los propios y disponen de ellos con absoluta impunidad…
Todos los caudillos latinoamericanos, en mayor o menor medida, han actuado de forma similar, dilapidando insensiblemente los recursos del Estado al carecer de cualquier clase de control… Sin embargo, acaso el más «caro» —el que más le ha costado a su pueblo— de todos los caudillos latinoamericanos ha sido Fidel Castro, siempre con sus faraónicos proyectos en el bolsillo de la chaqueta verde oliva, sin importarle el costo o la factibilidad real de sus fantasías. Nada menos que cien mil millones de dólares le entregó la URSS en forma de subsidios a lo largo de treinta años —una suma ocho veces mayor que el Plan Marshall con que Estados Unidos reconstruyó Europa tras la Segunda Guerra Mundial—, y con ese dinero Moscú y Castro sólo lograron que Cuba se convirtiera en uno de los países más pobres del continente.
FABRICANTES DE MISERIA (1998) / Plinio Apuleyo
Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa