Castro se enferma nuevamente. Otra vez el riñón le está supurando. En Buena parte es el precio de la adulación. De los interminables banquetes y saraos de sus cortesanos. Hace pocos días decía en Capacho la ancianita Jóvita Ramírez: "conocí mucho a don Cipriano y a toda su familia, le lucía mucho la barbita". Ah!, y Ña Anita Cardozo Patino —con más de cien años a cuestas— nos ratifica la semblanza capachera de Castro: "... yo fui lavandera de la casa de don Carmelito, así como también de doña Nieves Castro de Parra. . . allí conocí a don Cipriano, era chiquito pero valiente... y bien enamorao... con los ojotes negros que tenía y la barbita, todas las mujeres se enamoraban del...". Diez años después, ya la barba estaba canosa y destemplada. Su mujer doña Zoila había tenido razón: "...lo van a matar con tantas parrandas. . . yo siempre le he dicho que no se deje tumbar así... '.", El cenáculo restaurador se instala en Macuto. Allí están los jerarcas más sobresalientes de la Causa. Castro se debate entre la vida y la muerte. Comienza otra conjura. Los doctores Juan Iturbe y Rafael Revenga —pariente de Ignacio Andrade— hablan de una fístula que le une la vejiga con el intestino. Hay urgente junta médica para tomar providencias. Están también los doctores Pablo Acosta Ortiz, David Lobo, José Antonio Baldó, Adolfo Bueno, Lino Arturo Clemente. Se decide operar de inmediato al Presidente. Revenga lleva el bisturí. Ante la gravedad del enfermo, los caudillos llevan las apetencias y afilan los cuchillos. Los llamados "castristas" se preparan nuevamente para cobrar la herencia del poder, al lado de Linares Alcántara. La vieja guardia lo hace junto Gómez. Algunos afirman que en el testamento de don Cipriano, se deja el machete a Linares y la vaina a Gómez. Lo contrario de cuanto antes se comentaba en La Victoria. Contra todas las predicciones, parece que otra vez el enfermo empieza a recuperarse. Don Juan Vicente no lo ha desamparado. Junto a doña Zoila ha pasado muchas noches de desvelo y los dos han llorado por la enfermedad de El Cabito. No lo abandona un momento. Sabe cómo explotar las flaquezas físicas del Compadre. Ante tanta abnegación —"y el recuerdo de los vagamundos que hacían mujerear y beber tanto a Cipriano"— doña Zoila se convierte en su mejor aliada. Dicen que tenían hasta negocios juntos. La otra aliada es la salud de Castro, terca en hacer crisis. Pese a la operación y al optimismo inicial, los. médicos determinan que deben verlo especialistas de Francia o Alemania. Después que el cirujano Israel se niega a venir a Venezuela —conmovido por la propaganda de que los salvajes venezolanos lo matarían si la operación salía mal— se dispone que don Cipriano vaya con urgencia a Berlín. En todo aquello estaba metida la mano de las "grandes potencias". La hermana, Nieves Castro —casada con Evaristo Parra— le envía desde Capacho un adivino telegrama: "Me alegro que te vayas a curar, pero sería preferible que esperases y meditases un poco por el mal tiempo y demás yerbas". Para doña Nieves, la yerba mala era Juan Vicente. "Yo no creo en ese hombre, nunca mira de frente". Ya aquella premonición importa poco. Gómez ha logrado fortalecerse. Los "pucheros" le han servido de mucho. Cuando Castro lo "sorprende" con el anuncio del viaje —ya estaba enterado por la indiscreción de doña Zoila— y le pide la opinión sobre esa determinación de ir a Alemania, Gómez no titubea. "¿Y todavía me lo pregunta, Compadre? ¿Qué voy a decir yo?, pues que por su salud iremos a donde sea preciso. Y digo iremos porque usted no viajará solo; no me alcanza el corazón para tanto, yo iré con usted. . .". Las palabras de Gómez conmovieron a Castro. El Presidente rechazó la idea del viaje conjunto. "Le estimo en lo mucho que vale su generosidad, Compadre, pero no es posible su viaje. Usted tiene que asumir la Presidencia en mi lugar, no sólo por el hecho de correspondería legalmente, sino por algo más obligante aun, como es la sincera amistad que nos ha unido siempre y por ser la persona de mi mayor confianza". Así es la vida, comenta Gómez, "¡tantas calamidades juntas”. Por un lado la pena de dejar ir solo al Compadre, y por el otro, la carga tan pesada que me deja encima!..". Es lanzada otra proclama al país. En vibrante documento de despedida, el Presidente Castro dice a los venezolanos: "Circunstancias especiales me obligan hoy, por breves días, a partir para Europa. . . Constitucionalmente queda encargado de la Presidencia el Primer Vice Presidente, General Juan Vicente Gómez. Rodeadlo y prestadle vuestra colaboración en el desempeño de su alta misión, como si fuera yo mismo, y habréis Cumplido con vuestro deber". Abrazos y hasta una que otra lágrima. La despedida —la última despedida de los Compadres— se lleva a cabo en el Zig Zag, pequeño sitio en que se encuentran los trenes de Caracas y La Guaira. Esto sucede, el martes 24 de noviembre de 1908. "Martes ni cases, ni te embarques, ni de tu casa te apartes". La recomendación final: "ahí les dejo a Juan Vicente, que es como si fuera yo mismo". Ya la cosa está lista. "Cuidao con un desmando. . .". Desde Campano un emocionado telegrama al Compadre: "Acabo de llegar a este pedazo de tierra, de mi patria amada. El vapor muy bueno, ni aun el mareo lo hemos sentido. Mar serena y tranquila como un lago. Buen presagio. Lo abraza su amigo Cipriano Castro". Apenas El Cabito había puesto sus pies en el vapor "Guadalupe", los grupos empiezan a hacer presión sobre Gómez. En primer lugar los intereses extranjeros, para quienes don Cipriano era un estorbo insoportable. También los descontentos. Y hasta los grupos irreflexivos y aventureros, ávidos de un cambio sin sopesar las consecuencias. ¡Los segundones de la revuelta armada! Seguir siempre tras un hombre a caballo. Tenía razón Nieves Parra. Gómez estaba conspirando desde antes del viaje. "Es una bestia herida con la befa de la aclamación". Exiliados cómo el Mocho Hernández, Arístides Telleria, Larrazábal, Nicolás Rolando, han establecido contactos. Domingo Castillo —el autor de "Memorias de Mano Lobo"— a su regreso de Curazao, fue portador de cartas de José Manuel Hernández para Gómez y Leopoldo Batista. Las Cancillerías de Washington y La Haya, afirman que es la hora oportuna para salir de Castro. El doce de diciembre de aquel 1908, un barco holandés —con el propósito de agravar los problemas y "adecuar" el escenario— entra a La Guaira en actitud de ataque. Ya ha capturado algunos barquichuelos de nuestra flota. El crucero "Gelderland", aprehende al Guardacostas Alexis frente a Tucacas. La acción holandesa -—no es descartable que bajo previo acuerdo— es oportunamente aprovechada por los comprometidos. Se invoca el espíritu patriótico para protestar por el atropello extranjero. Los estudiantes de la Universidad Central invitan al "pueblo de Caracas para una manifestación política que se realizará hoy a las 4 p.m. en la Plaza Bolívar, para protestar contra la violación cometida por Holanda en aguas venezolanas". El 13 se realiza la manifestación. Elías Toro es el principal orador. Román Delgado Chalbaud, Leopoldo Baptista, Elíseo Sarmiento, el mismo Toro, no piensan -en Holanda sino en echar a Castro. Coinciden los invasores y los invadidos. Cuando ya ha comenzado la concentración pública, Gómez se desplaza desde El Paraíso a la Casa Amarilla, frente a la Plaza Bolívar. La multitud —la misma multitud en la- misma plaza— lo recibe con ensordecedoras aclamaciones. Nadie se acuerda ya de los infantes holandeses. "¡Viva Gómez, muera Castro". Se repite la historia sobre el cuero seco de la insensatez ' política. A la hora de cobrar, el país queda en último puesto. No hay un solo conjurado que corra a sacar a los holandeses del Puerto de La Guaira, ni a denunciar la conspiración internacional. La carrera —que es dirigida, entre otros, por José Rosario García, Eduardo Gaicano, Manuel Díaz Rodríguez— tiene como objetivos de guerra, destruir la imprenta oficial, la botica y la lavandería de Enrique Thielen —casado con Florinda, una hija de Tello Mendoza— y hasta la casa de una de las amantes de Castro. Así se protestaba contra el país de la catirota Reina Guillermina. El día 14 de diciembre, el incauto doctor Pedro María Cárdenas, Gobernador de Caracas, "ante la gravedad de los acontecimientos", suspende las garantías y declara la Ley Marcial. ¡Tanto Cárdenas, como su Secretario Adrián Arreaza, eran dignos del limbo! Mientras tanto Gómez —por intermedio del Ministro de Guerra— ha dispuesto organizar dos batallones de infantería "supernumerarios", bajo los nombres de Guaicaipuro y Miranda. Al frente de los mismos, colocó a los generales Parminio Ortiz y Manuel Cabrices —hombres de su total confianza— ya que su propósito era enfrentarlos a los cuarteles de Mamey y de San Carlos, si se hacía necesario, pues éstos estaban en manos del coronel Juan de Dios Ángulo y el general Maximiano Casanova, adictos a Cipriano Castro. El 15 de diciembre —cuando su deber era enfrentarse a Holanda— Gómez se quita la careta y oficializa su "plegaria" a los Estados Unidos. El 20 de junio del mismo 1908, Castro había roto relaciones con Norteamérica. Ese día Jacob Sleeper —el Encargado de Negocios ad ínterin— había cerrado la Legación Norteamericana y puesto los archivos en manos del Ministro de Brasil. Ahora —seis meses después— el tantas veces llamado por sus adulantes "nacionalista Gómez", ordena a su canciller José de Jesús Paúl, que pida al señor Luis Rodríguez de Lorena Ferreira, el representante brasilero, una "acción inmediata de los Estados Unidos". La diplomacia brasilera siempre ha estado a la orden del imperialismo y su telegrama al Departamento de Estado no se hace esperar: "Reacción contra el general Castro iniciada. Ministro Exterior me requirió hacer constar gobierno americano voluntad Presidente Gómez ultimar satisfactoriamente todas las cuestiones internacionales. Halla conveniente presencia nave guerra norteamericana La Guaira previsión acontecimiento". La "sugestión" omite la espera. El State Department no sólo envió un barco, sino cuatro. Los barcos North Carolina, Moines, Des Moines y Dolphin —al mando del almirante Buchanam— "arrullan" la cuna de Juan Vicente Gómez. El Dolphin permanecerá anclado, en La Guaira durante nueve meses: desde el 24 de diciembre de 1908, hasta el 20 de octubre de 1909.
Los acontecimientos van adquiriendo el giro previsto. Gómez ha ido tomando posiciones. Es interceptado —o inventado—'- un cablegrama de Castro para el Gobernador de Caracas —Pedro María Cárdenas— en el que se recuerda que "la culebra se mata por la cabeza". ¿Quién es la culebra? Gómez interpreta aquello como la orden de su asesinato. El pretexto es extraordinario. La noche del 18 de diciembre, don Juan Vicente se decide definitivamente a actuar. Ese mismo día, Castro había sido hospitalizado en Berlín. La madrugada del 19 —acompañado de Aquiles Iturbe, Félix Galavís, Elíseo Sarmiento, Delgado Chalbaud, Jiménez Rebolledo, Francisco Linares Alcántara, Leopoldo Baptista— el sucesor hizo presos a los jefes militares castristas de los Cuarteles de Mamey y San Carlos. Después va a la Casa Amarilla. Allí se iba a celebrar una reunión de Gabinete. Cuando los generales Pedro María Cárdenas y Casanova, van a subir al segundo piso, se les da la voz de arresto. Hubo un forcejeo. "No se encime que lo coso a tiros". Las declaraciones del policía Francisco Hernández, constituyen un elocuente testimonio: "el 19 de diciembre último, como a las nueve de la mañana,, entró a la Casa Amarilla el General Juan Vicente Gómez y se dirigió a uno de los salones de la planta bajo y lo empujó fuertemente, notándole yo que ya estaba alterado. Luego se dirigió a algunos de sus Oficiales que se encontraban allí, que esperaran sus órdenes y se dirigió a los salones de arriba, de donde le oí decir: "Me iban a matar, vagabundos, ustedes están presos", esto en medio de un gran ruido que había arriba. Oyendo esto, tanto yo como los otros números que estábamos allí de guardia, nos apresuramos a armarnos para resguardar, como era nuestro deber y en ese gran conflicto, la vida del Jefe de la Nación. Luego vi que bajaban presos al General Pedro María Cárdenas, Doctor López Baralt, Doctor Garbiras Guzmán, Julio H. Bermúdez, y por último, Maximiano Casanova, Jefe del Batallón Urdaneta. . .". El 20 de diciembre de 1908, Gómez dirige su alocución para dar cuenta de los hechos: ". . .mis mejores intenciones y deseos han encontrado, desgraciadamente, un inexplicable obstáculo en algunos pocos ciudadanos que, llamándose íntimos amigos del General Cipriano Castro, no sólo se han atravesado en el camino de mis deberes legales, sino que han bajado al antro de la conjuración y fraguado contra mi vida el plan diabólico que 'hice abortar en la mañana de ayer, enfrentándome a los mismos conjurados y reduciéndolos a prisión. . .".'Linares —el mismo que prometía matar a su padre por defender a Castro— ha pactado con Gómez. Ahora es Ministro de Relaciones Interiores. Es posible que ya estuviera enamorando a la "niña" Regina. "Quería ser cuñado de Juan Vicente". Los adoradores de la "Jerusalem bendita" de la Restauración, han perdido la memoria. El golpe está consumado. La alocución lanzada al país pide y reclama "a todos los círculos políticos su apoyo moral y material, para que el acierto sea completo y universales los beneficios". Ese apoyo se hace presente de inmediato. Los mismos que hacían antesala en Villa Zoila, empiezan a congraciarse con las queridas de Gómez. El General Gómez es el único. El enviado de los dioses. Los intelectuales al estilo de Gil Fortoul, González Guiñan, Díaz Rodríguez, Pedro Emilio Coll, las mesadas de Teresa de la Parra, ayudan a legalizar el régimen naciente. Y las fuerzas vivas —tan vivas— cuando ya estaban seguras que Castro había salido del Palacio por la puerta del frente, empiezan a entrar por la puerta de atrás. Sólo defienden a don Cipriano, su hijo Manuel Felipe Torres, por allá en Macuro y el doctor Luciano Mendible en Calabozo. El primero era Gobernador del Territorio Cristóbal Colón y después de resistir, huye a Trinidad. Y Mendible como Presidente Constitucional del Estado Guárico, se arma con las fuerzas de la Policía y la Guardia de la Cárcel y luego asalta el Cuartel. En la refriega muere el general Juan José Briceño, jefe de las tropas gomecístas. Pero a la larga, Mendible se ve obligado a tomar la vía-de Arauca para refugiarse en Colombia. En la primera reunión de gabinete, el novel Presidente dice amenazante: "aquí estoy por mi propio esfuerzo y por haber sabido esperar". Las grandes potencias se encargan de ensalzar al mandatario. La Venezuela rural quedó atrás. Inaugurábamos el sistema de los presta nombres al imperialismo. Se multiplicaron los "yes man". Gómez sería el sirviente a quien después armaron de un machete para que les cuidara el petróleo. La misma satisfacción del latifundista con el caporal agresivo. Cachorros que a veces son capaces de morder, de perseguir, de matar. Pueden brindar la imagen de que mandan, pero simplemente son cobras domesticadas ante el poder de los verdaderos amos. Gómez encarna la antítesis de Castro. Le entrega el país a las empresas petroleras. Abre las piernas con baratura de ramera. Mientras El Cabito vino a ser el fruto del café y la expresión nacionalista y bravucona de Los Andes, Gómez fue el típico subproducto tropical de los imperialismos.
Rafael Gallegos Ortiz