«Así es, Marat, eso es para ellos la Revolución. Les duelen las muelas y deberían arrancárselas. Se les ha pegado el cocido y ahora, excitados, piden otro mejor. Una siente que su marido sea tan bajo, quiere otro más alto. Al otro le molesta el zapato y el vecino tiene unos mejores. No se le ocurren versos al poeta y busca con desesperación ideas nuevas. Un pescador lleva horas con el anzuelo en el agua. ¿Por qué no pican? Y así llega la Revolución y creen que ella va a darles todo: un pez, un zapato, un poema, un marido nuevo y una mujer nueva; y asaltan todas las bastillas y luego se encuentran con que todo es como era: el caldo pegado, los versos chapuceros, el cónyuge en la cama, maloliente y gastado, y todo aquel heroísmo que nos hizo bajar a las cloacas podemos ponérnoslo en el ojal, si es que aún tenemos» (P. Weiss).