El bien en política es la justicia[1] y la definición de Ulpiano de la justicia, que se ha convertido en
tradicional dentro de la corriente clásica del pensamiento es: “Dar a cada uno lo suyo.” (“Suum cuique tribue”). La democracia nació en el Ática y Aristóteles la consideró
como hija de una idea fecunda, pero acechada
por grandes peligros. “Las dos bases fundamentales de la democracia” son “la
libertad y la igualdad”. Y Aristóteles saca como conclusión, que, “cuanto más completa sea esta igualdad en
los derechos políticos, tanto más se mantendrá la democracia en toda su pureza”.[2]
Introduce el concepto de Ley y la define
como algo que depende “del dictamen de
la mayoría” precisando que justamente, eso es lo que caracteriza a un
sistema de gobierno cuya constitución sea “democrática”.[3]
“La ley reina soberanamente”, pero
traspasa la soberanía a la multitud, que remplaza a la ley; porque entonces la
decisión popular, no la ley, resuelve todo. Esto es debido a la influencia de
los demagogos”.[4]
Por lo tanto se
podría argumentar, que Aristóteles ya
habla de la importancia de un gobierno limitado. Y que él considera que la
única forma de preservar al otro valor de la democracia, es decir, a la
libertad, es por medio de la ley.
“En efecto, en las democracias en que la ley
gobierna, no hay demagogos, sino que corre a cargo de los ciudadanos más
respetados la dirección de los negocios. Los
demagogos sólo aparecen allí donde la ley ha perdido la soberanía.