Después del acontecimiento
histórico llamado "La Aclamación", organizado con la finalidad de que
el general Cipriano Castro se encargara del Poder, el cual estaba desempeñado
provisionalmente por el general Juan Vicente Gómez, el caudillo restaurador comenzó
a resentirse de la salud. Las fiestas organizadas por los áulicos minaron de
tal manera su espíritu y sus riñones que, al decir de un historiador nuestro, Castro padecía todos los síntomas de un
maniaco-depresivo. Día a día se va acentuando el mal, lo que lo llevará a
trasladarse a Macuto, donde respirará aires más puros bajo el cuido celoso de
sus médicos de confianza. Los facultativos recomiendan finalmente que la
operación puede tardar unos meses más, pero Castro es un hombre temperamental, de reacciones bruscas e inesperadas,
y decide llamar al doctor Revenga para que prepare la operación para el día 9
de febrero. En la mañana de ese día todo está listo. Revenga lleva el bisturí,
mientras le acompañan los doctores Eduardo Celis, Pablo Acosta Ortiz, David
Lobo, José Antonio Baldó, Adolfo Bueno, Lino Arturo Clemente. A las 11,30 horas de la mañana, la operación
ha terminado. (Unos afirman que Revenga
abrió y volvió a cerrar sin realizar la operación, y el doctor Revenga
anuncia a quienes se encontraban en el corredor que el jefe "tiene un
pulso normal y no debe interrumpirse su reposo".) Castro se recupera y el
18 de marzo de ese mismo año de 1907 regresa a Caracas "a mandar de nuevo desde el Palacio de Miraflores". Pero los telegramas de felicitación por el éxito de la intervención quirúrgica han
comenzado a llegar mucho antes. El 14 de febrero, el doctor Diógenes Escalante le
escribirá a Castro desde Liverpool: "Por un telegrama del doctor Gil Fortoul
acabo de tener conocimiento de la operación quirúrgica que se le practicara a
usted y del éxito obtenido. Celebro alborozado la feliz noticia y me apresuro a
enviarle mis más sinceros parabienes, haciendo fervientes votos porque a esta fecha
el restablecimiento de usted sea completo. La dolorosa experiencia adquirida
durante su enfermedad nos prueba una vez por todas hasta dónde la vida de usted
es cara y necesaria a la República. Fuera de usted no hay en Venezuela sino
anarquía profunda, desbordamiento de ambiciones, desenfreno de toda suerte de
libertinajes; en una palabra, regresión completa al imperio del mal y del
desorden." M. Corao escribe el 11 de junio desde París y le dice, entre
otras cosas, al Restaurador: "Me congratulo con usted por las
satisfactorias noticias que sobre su salud he venido recibiendo. Su actividad
gubernativa resuelve todo problema, asegura la tranquilidad de la República y
borra toda diferencia entre güelfos y gibelinos, que todos somos amigos suyos y
sus servidores, unos por intereses, otros por respeto y otros por amor y reconocimiento.
La noticia de la salud de usted completamente restablecida ha reaccionado aquí
los negocios, pues todo se espera de usted." El mismo 11 de junio, J. A.
Velutini escribe a Castro desde París y le dice: "No puede usted figurarse
la satisfacción con que he sabido su rápida convalecencia, a tal punto que ha
podido discurrir largamente y presentar su mensaje personalmente al Congreso.
Al fin decretó usted curarse y se curó.
Por aquí, nada nuevo que comunicarle. Le certifico mi convicción de que el Mocho
Hernández nada hará y nada tenía tampoco, de modo que no me explico la
alharaca revolucionaria que había. Figúrese que ha llegado a pedirle dinero a
Matos, según me han informado, y que éste se ha negado rotundamente."
Los servidores del régimen
desean todos poner de manifiesto su contento, y los telegramas y cartas
continúan lloviendo. José Ignacio Cárdenas le dice a Castro desde París:
"No hay duda de que el restablecimiento de su salud basta para alejar todo
temor de revuelta en la Patria. Su
presencia al frente del Poder y su vuelta a la actividad de la vida política
son la mejor garantía de paz y progreso para el país." Y Carlos Benito
Figueredo, cónsul en Nueva York, escribe: "El lunes se publicó un cable de
Curazao diciendo que usted ha sufrido una recaída. El martes dice otro cable de
la misma procedencia que la revolución en Venezuela ha cobrado alientos y que
el Gobierno, para debelarla, está reclutando gente. En estas lejanías en que
vivo, no comprendo qué golpe de Estado sea ése. Yo lo único que sé aquí es que la Restauración está dividida en dos
círculos: los que vamos a todas partes con Castro, con todo afecto, entusiasmo
y lealtad, y los que, reconociendo a Gómez por jefe, han estado esperando y
esperan aún el momento de cantar sobre su cadáver el Consumatum est. Pertenezco al número de los primeros, porque
sé ser leal, agradecido y disciplinado. Lo que no he sabido, ni quiero saberlo
nunca, es ser felón, ingrato y ambicioso." Años más tarde, Figueredo
demostró todo lo contrario de lo que afirmaba en esas palabras. Pero sigamos
nuestro recuento y leamos lo que escribía el gobernador de Margarita, Pedro M.
Cárdenas: "La feliz noticia del recobro de su interesante salud me colma
de regocijo, pues ella ha devuelto a sus amigos la calma y la confianza,
después de tan largos días de ruda expectativa. Dios sea loado. Luce de nuevo
el sol de la patria, y por ello los leales están de plácemes y cobran nuevos
alientos poderosos para seguir depositando su grano de arena en la obra gigantesca
que sobre sus propios hombros edifica el artífice de la Restauración”
Francisco Salazar Martínez/Tiempo
de Compadres/1972